Año 03 - Mes 05: Irlanda y sur de Gran Bretaña

Aprovechando las vacaciones de Semana Santa de mi piloto (y algún día mas) preparé mi  primer viaje de este año por tierras extranjeras.

Me apetecía volver a conducir por la izquierda y contar en millas...


así que de nuevo al barco donde entre de las primeras.

Un rato después apareció otra Varadero que me reconoció de mi reportaje del Objetivo 100.000 de La Moto y con la que compartí relatos y aventuras durante el viaje mientras nuestros pilotos charlaban y hacían lo propio. (Un saludo para Migue, Laura y Javi).

De nuevo me encontraba en la frontera de Gran Bretaña…

Y de nuevo me aventuré a circular por la izquierda, contando en millas y pagando en libras…

Lo primero que hice fue acercarme al sur, a Land’s End…

Cerrando así la “ruta iniciada hace dos años” en John O’Croats.

Vamos, que estuve en el sitio mas al sur (turísticamente hablando) de Gran Bretaña, y también en el sitio mas al norte (turísticamente hablando).

Después de esta visita, le tocó escoger a mi piloto así que hicimos turismo por Stonehenge… para ver unas piedras… ¡ya ves los gustos de estos humanos…!.

Mira que pinta de “guiri” tiene aquí mi piloto.

Eh, yo también estuve, pero un poco mas lejos.

Después me tocó a mi escoger destino por lo que busqué carreteras mas apropiadas a una conducción divertida, aunque siempre llanas, pero de un verdor intenso y con las omnipresentes ovejitas…

Para dirigirme a una pequeña ciudad donde está una de las rotondas mas divertidas del mundo.

Después de unas cuantas vueltas por aquél infierno, nos dirigimos al norte por autopistas, que son gratuitas en Gran Bretaña excepto algunos puentes de pago… ¡pero las motos pasamos gratis!.

Al final llegué  a nuestro destino del día, Fishguard, donde mi piloto sacó un billete para cruzar a Irlanda con mas de 6 horas de antelación… así que hubo tiempo de sobra para descansar un poco y visitar los alrededores con sus típicas ovejas de cabeza negra…

Y sus paisajes costeros con el mar completamente en calma.

Tanto tuvimos que esperar que mi piloto incluso pensó en cambiarme por otro medio de transporte mas adecuado a las circunstancias.

En fin, el pueblo no era nada especial…

Pero por fin llegó la hora de embarcar de nuevo…

Y poco después posaba mis ruedas en Irlanda por primera vez para volver a contar de nuevo en kilómetros y pagar en euros. Eso si, sigo circulando por la izquierda.

Básicamente comencé a dar una vuelta a la isla en sentido antihorario parándome en algunos sitios que me gustaban, ya fuese para ver barcos históricos…

Playas típicas….

Casas bonitas…

O ganado curioso.

Hay que reconocer que las carreteras de Irlanda son bastante “mejorables”, aunque las secundarias tienen su encanto.

Tan solo encontré un par de puertos de montaña ya que es un país bastante llano…

Y porque casi siempre iba lo mas pegada posible a la costa…

Donde los paisajes eran verdaderamente espectaculares.

Además el tiempo acompañó todo el viaje, ¿se puede pedir mas?.

En cierto momento crucé una ría en un pequeño ferri por eso de probar nuevas experiencias.

Y como quien no quiere la cosa, me planté en el Spanish Point, que no tiene nada de especial pero como todas las compañeras que pasaron antes por aquí se sacaron una foto con el cartel, yo también, ¡eah!.

Eso si, un poco mas allá encontré unos preciosos acantilados donde el mar rompía con violencia.

Y algo mas allá, no mucho, llegué a los famosos Acantilados de Moer, verdaderamente impresionantes aunque yo no pude acercarme demasiado.

Pero también estuve allí, que conste.

Después encontré una de esas carreteras que te gustaría disfrutar una y mil veces: curvas, paisaje, buen asfalto, tráfico nulo, vegetación por doquier…

Y remarco lo del buen asfalto puesto que no era nada fácil encontrar buenas carreteras para rodar en este país.

Sigo avanzando hacia el norte, con paisajes casi llanos cercanos a la costa…

Y algún que otro castillo, no tan famoso como los escoceses pero igualmente bonitos.

Harta de las carreteras mal asfaltadas, decido atajar por una carretera principal cuyo asfalto es solo algo mejor pero con un trazado prácticamente rectilíneo y unos carriles y arcenes amplísimos.

Otro tramo de costa muy similar a todos los anteriores y al final decido meterme en un parque nacional que viene señalado en el mapa. Atravieso un puerto de montaña con unos montes y un paisaje bastante pelado y desértico, totalmente distinto al verde intenso del resto del país…

Y me acerco a Irlanda del Norte, para volver a contar en millas y pagar en libras.

El primer destino escogido por mi piloto fue la Calzada de los Gigantes, impresionante paisaje natural.

Y, como no, ahí va una foto de mi piloto en pose de turista total.

Y otra mas, que el lugar merecía la pena.

Por supuesto, yo también estuve allí…

De aquí me fui a Belfast, primera gran ciudad en una semana.

Lo primero que hice fue acercarme a ver las grúas que se utilizaron para construir el Titanic, dos colosos que siguen en funcionamiento aunque dedicadas a fines menos nobles.

Después, me acerqué a ver lo que parece ser lo mas típico de esta ciudad: sus murales reivindicativos.

Y es que es una ciudad donde los humanos se dividen en dos bandos opuestos…

Y sus desavenencias llegan muchas veces a la violencia extrema.

Al final, representan estas diferencias en murales repartidos por algunos barrios…

Y la vergüenza de esta división que yo, como máquina, no alcanzo a entender, se ve plasmada en este muro.

La verdad es que no me encuentro muy a gusto aquí. Todas mis compañeras máquinas (coches de policía, excavadoras, máquinas expendedoras,…) están “blindadas” y ni siquiera me atrevo a sacarles una foto, por lo que sigo fotografiando algún mural mas y me voy lo antes posible.

De nuevo cruzo la frontera de Irlanda para acercarme a visitar su capital, Dublin.

Me llaman la atención los autobuses de dos pisos muy típicos en estas islas…

Encuentro un edificio de ladrillo antiguo y precioso.

Mi piloto da saltos de alegría. Parece que es la fábrica de una de las bebidas preferidas de los humanos varones (y de algunas hembras).

Doy otra vuelta por la ciudad sacando fotos a barcos antiguos,

Puentes modernos…

Barrios y pubs típicos….

Y lo que parece ser una estatua… la mas alta del mundo, según dicen ellos…

Después me voy al hotel a descansar mientras mi piloto sigue haciendo turismo por la ciudad durante toda la tarde, haciendo gala de sus poses de “turista total”.

Por supuesto, entró a ver por dentro el Giness StoreHouse, porque después de todo es uno de los museos más visitados de la ciudad… ¡que excusa más barata!.

Realmente se trata de un edificio de siete plantas muy antiguo y perfectamente conservado. Precioso.

Todo el alberga un museo donde se ve el proceso de elaboración de la cerveza Giness, los medios de transportes usados, la publicidad empleada, las herramientas necearías, los tipos de cerveza…

Hasta llevar a la última planta donde te invitan a una Giness en el Gravity Bar, una sala circular con la barra en el centro y unas vistas de toda la ciudad de Dublin realmente impresionantes.

Pero lo que mas le impresionó a mi piloto es el edificio en sí, incluso en su exterior.

Después de este museo “cultural”, se dedicó a visitar la ciudad pasando por alguno de los sitios mas típicos, como no podía ser de otra forma: Catedral de Sant Patrick patrón de Irlanda….

El castillo de Dublín, un poco decepcionante….

La estatua de Molly Malone, uno de los iconos de la ciudad…

Y, como no, el Temple Bar, que resultó ser una zona de pubs y no un bar concreto como mi piloto creía al principio.

Al día siguiente embarqué de nuevo para cruzar a Gran Bretaña

Íbamos un montón de compañeras dentro del barco: una inglesa, unas veinte irlandesas, y yo, la única “con el manillar a la izquierda”.

Mi destino era Londres, la ciudad mas grande de Europa, por lo que me tomé el viaje con mucha calma por una bonita carretera de preciosos paisajes y estupendo asfalto… ya tendría tiempo después de estresarme…





incluso me dió tiempo a desviarme para ver el circuito de Silverstone...

donde pude contemplar preciosos coches deportivos que se o deben pasar en grande en este circuito.


Una vez en Londres, comienza “la guerra” entre un tráfico infernal hasta encontrar un remanso de paz para nosotras… “Dios mío… ¡no siento las ruedas!”

Un bar que quizás sea el mas famoso en el mundo de los moteros.

Donde mi piloto, como no, se emocionó como un tontorrón…

y compró varios recuerdos…

Aunque dijo que el café era malísimo, como en el resto del país.

La verdad es que es todo un placer para una moto visitar este bar…. ¡Estoy orgullosa de haber estado allí!.

Al día siguiente atravesé Londres en dirección sur para regresar al continente no sin antes ver algunos de sus típicos autobuses….

Algunas calles desérticas por el impuesto de circulación en el interior…

Pasando por el puente de la torre...

Y por supuesto, el famoso Big Ben.

Eso si, el tráfico en esta ciudad está muy congestionado y ya tenía ganas de verme en una carretera abierta, aunque fuese una autopista con peaje… ¡gratis para las motos!.

Y como quien no quiere la cosa, de nuevo me vi en el Eurotunel…

Desde donde ya solo me quedaban unos mil quinientos kilómetros para regresar a casa con una paradita para visitar el circuito de Le Mans...


y continuar por esas autopistas francesas donde el límite de velocidad está en ¡¡¡130!!!. ¡Están locos estos galos!, se van a matar a esas velocidades… aparte de que derrocharán miles de litros de gasolina….

En fin, que estaba feliz… y… ¿sabes cómo se reconoce a una moto feliz?... Porque tiene los focos llenos de mosquitos. Bueno, los focos, la cúpula, los retrovisores, los cubremanetas, las botellas de la horquilla, el guardabarros delantero, …

Ya en Asturias cogí la costumbre de cruzar Pajares después de un viaje solo para recordarme a mí misma que mi patria chica no tiene nada que envidiar a ningún otro país a pesar de  que el tiempo no suela acompañar.

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