Lo primero es escoger una buena compañera de viaje, nada menos que una
veterana Africa Twin, viajera incansable, con un piloto, Dani, amigo de toda la
vida de Santi por lo que congenian perfectamente.
Y una vez realizados todos los preparativos, salimos de uno de los
bares moteros de Asturias por excelencia, el McCharly @ Company, en Mieres.
El primer día fue un mero trámite para nosotras, solo 200 kilómetros
para llegar al puerto de Santander donde ya había una cola considerable formada
por motos inglesas que regresaban de sus vacaciones por España.
Tras una larga espera, comienzan los nervios de verdad puesto que nos
dan paso para entrar en el ferri.
Una nueva experiencia para mí que me veo engullida por un gigante
metálico que devora motos, coches y camiones sin inmutarse.
Por fin nos
acomodamos junto a las decenas de compañeras inglesas, mucho más acostumbradas
que nosotras a estos trajines.
Estaba muy
preocupada por cómo me tratarían en el barco, pero me di cuenta que me
encontraba en manos de profesionales con muchas horas de experiencia en su
trabajo.
Y allí nos
quedamos a descansar en las bodegas mientras Dani y Santi disfrutaban del viaje
entreteniéndose con cualquier cosa, como ver a los delfines seguir al barco.
El viaje duró casi un día entero y a primeras horas de la mañana ya
nos encontrábamos atracando en el puerto de Plymounth.
Cuando dejaron bajar a los pilotos a recogernos, volvieron los nervios
y el estrés, esta vez acentuado por estar todos los pilotos de todas nosotras
cargando y preparándose al mismo tiempo.
Al final salimos y rodamos nuestros primeros metros por el muelle.
Mas colas y por fin pasamos el último trámite de la aduana y ya
podemos decir que nos encontramos en tierras de Gran Bretaña.
Según nuestros planes, esta primera etapa sería un mero trámite en el que nos acercaríamos siempre por autopista hasta la ciudad de Liverpool, conocida por ser la cuna de unos cantantes con nombre de insecto.
Pero lo que realmente destaca para nosotras de esta ciudad es que es uno de los puntos de acceso a la Isla de Man.
Un sitio mítico para nosotras, algo que se palpaba en el ambiente por
la cantidad de motos que se agolpaban esperando para cruzar en el ferri
Nuestros pilotos ya estaban nerviosos entre la cantidad de motos
deportivas, superdeportivas y ultradeportivas que había en la cola, con pilotos
que en la mayoría de los casos superaban los 50 años pero se mantenían jóvenes
enfundados en sus coloridos monos de cuero.
Como quien no quiere la cosa nos volvimos a encontrar de nuevo en la
bodega de un barco, aunque es esta ocasión no nos amarraron de una forma tan
profesional.
Los pilotos volvieron a curiosear por el barco aunque esta vez
tuvieron poco tiempo ya que el trayecto era mucho más corto y nos encontrábamos
en un catamarán, un auténtico “deportivo” del mar.
Y cuando ya comenzaba a ponerse el sol, llegamos a la Isla de Man con
tiempo de sobra para buscar alojamiento en Douglas.
Nosotras nos quedamos delante de la puerta del hotel mientras Dani y
Santi iban a hacer turismo por el pueblo, ya sabes, a visitar monumentos y esas
cosas…
En nuestra primera mañana en territorio anglosajón, nuestros pilotos
desayunaron como los humanos autóctonos por aquello de probar este tipo de
comida.
Y después nada mejor que enterarse de primera mano de los sitios que
deberíamos visitar, eso sí, con un inglés un tanto precario pero con el que
Santi se apañaba, vamos.
Por fin entramos nosotras en acción y en poco tiempo encontramos
nuestra primera cabina telefónica.
Pero el verdadero atractivo turístico para nosotras de esta isla es su
circuito urbano del que destacan las instalaciones de la línea de meta, las
únicas específicamente diseñadas para el trazado.
Allí pudimos hacernos una idea de por donde transcurre el recorrido
que, prácticamente, da la vuelta a casi toda la isla.
Seguimos inspeccionando la recta de meta desde todos los ángulos,
incluso desde la pasarela de meta…
Desde donde descubrimos una visión distinta y nos dimos cuenta de lo
cerca que estaba el cementerio.
Por supuesto, los pilotos no se aguantaron y allí fueron a visitarlo,
un sitio muy curioso, muy cuidado y con un aire bastante siniestro…
Acrecentado por la presencia de múltiples cuervos que veríamos durante
todo el viaje, unos cuervos que no se asustaban con facilidad.
Después de visitar la línea de meta, nos dispusimos a dar una vuelta
completa al circuito sin paradas, para hacernos una idea. Al finalizar la
vuelta de reconocimiento nos acercamos a uno de los símbolos de la Isla de Man.
Se trata de la Great Laxey Wheel, un enorme molino de agua que en el
pasado servía para inyectar aire en las minas y en la actualidad es todo un
monumento representativo de la isla.
Allí hubo visita turística y, como no, unas cuantas fotos.
Después iniciamos una segunda vuelta al circuito, esta vez con varias
paradas para sacarnos fotos en algunos puntos, como en esta curva con
cementerio y gradas incluidas. Curioso.
Las carreras de nuestras compañeras del Tourist Trophy habían sido la
semana anterior por lo que tuvimos la suerte de ver varias curvas que aun
mantenían la señalización y protecciones de la carrera.
Después nos acercamos a uno de los puntos más característicos del
recorrido.
Se trata de un salto producido por un pequeño puente (Ballaugh Bridge) que viene
hace un badén enorme indicado por una de las señales más curiosas que había
visto.
No me
extraña que las compañeras deportivas salten por los aires a poco que entren
más rápido de la cuenta. Para las que circulamos con tráfico abierto había un
límite de velocidad de 30 millas por hora con radar incluido justo en la zona
del salto como puedes ver en la foto.
Por cierto,
esto me recuerda que Santi hizo un pequeño apaño para aclararse con los límites
de velocidad en un país que cuenta las distancias en millas y la velocidad en
millas por hora. Sencillo pero eficaz.
Al comienzo
de la zona de la montaña empieza la zona del circuito más bonita
paisajísticamente hablando…
Y con alguna curva interesante, porque la verdad es que no había demasiadas curvas divertidas para hacer a velocidades legales, otra cosa será para las que compiten.
Las vistas
desde la zona alta eran interesantes y daba cierto respeto pensar la velocidad
que alcanzarían nuestras compañeras deportivas en estos largos tramos con pocas
curvas.
En la zona más alta hay incluso un paso a nivel de un pequeño ferrocarril de cremallera. Otra dificultad más para las carreras.
Nosotras visitamos un rato la estatua de Joey Dunlop, vencedor 26 veces del TT, vamos, todo un mito.
Toda la zona se encuentra enfocada a las carreras, como era de suponer.
Al final nos entretuvimos más de la cuenta y tuvimos que bajar “ligeras” porque teníamos el tiempo muy justo para coger el ferri que ya estaba cargando los últimos vehículos.
De nuevo rumbo a Liverpool en la barriga del monstruo mientras los pilotos veían plataformas petrolíferas y aerogeneradores en pleno mar abierto.
Tras una salida un tanto caótica de la gran ciudad, enseguida cogimos una autopista que a medida que avanzaba hacia el norte iba haciéndose cada vez menos importante y menos transitadas. En cuanto entramos en Escocia buscamos alojamiento.
Amanece
otro precioso día en el que los pilotos vuelven a tomarse un típico desayuno de
la zona y enseguida nos ponemos en
camino abandonando al poco tiempo la autopista para meternos de lleno en las
carreteritas secundarias.
Nuestro
primer destino fue una noria o ascensor par a barcos situado en Falkirk, una
obra de ingeniería muy curiosa, bonita y útil.
Nos pasamos
un buen rato allí hasta verla en funcionamiento. En estas latitudes se utilizan
mucho los ríos y canales para el tráfico fluvial.
Posteriormente nos acercamos hasta Stirling siempre por carreteras
secundarias para visitar su castillo….
Pero sobre todo el monumento a Willian Wallace, todo un héroe escocés
al que hay referencias por toda la zona.
Después de
la visita, las fotos y los regalos, continuamos viaje hacia Fort William y
empezamos a ver los primeros lagos de los muchos que veríamos a lo largo del
viaje.
Uno de los
principales alicientes de este viaje era descubrir los paisajes escoceses y la verdad
es que no volvimos defraudadas.
Eso sí, tan
escocés se volvió todo que incluso hizo acto de presencia la lluvia y la niebla
tan típicas de esta zona.
De hecho,
enseguida entramos de lleno en las tierras altas o High Land como dicen por
allí.
Continuamos
viaje por preciosos paisajes típicamente escoceses acompañados de un clima
típicamente escocés.
Y
continuamos descubriendo lagos por doquier, incluso avistamos nuestros primeros
castillos, algunos de ellos inaccesibles
por tierra.
Lagos,
montañas, monumentos, niebla… Escocia es estado puro.
El agua es
el gran protagonista de esta tierra, en forma de lagos, niebla, ríos o canales,
casi todos navegables y con múltiples infraestructuras para salvar los desniveles,
aquí unas exclusas.
Nuestros planes nos llevaron a subir colinas y recorrer valles en un continuo avance por zonas poco transitadas siempre en dirección norte.
Estábamos disfrutando como ciclomotores con cubiertas nuevas, nos encantaba recorrer estas zonas.
Casi sin darnos cuenta llegamos a uno de esos puntos especiales de cada viaje, en este caso era un castillo: Ellion Donan Castle.
Aquí se rodaron muchas películas aprovechando la belleza del paisaje…
Y debo decir que marchamos encantadas del entorno.
Ya solo nos quedaba buscar alojamiento para esa noche así que nos dirigimos a un antiguo castillo que tenía varias habitaciones disponibles para alquilar en la modalidad de cama y desayuno (bed&breakfast).
Habíamos
visto este sitio recomendado en varias crónicas de compañeras pero
desafortunadamente no había nadie para atendernos así que nos fuimos. Al menos
disfrutamos de la carreterita de acceso al castillo.
Finalmente pasamos la noche en Kyle Of Lochalsh que está justo a la entrada de la Isla de Skye y desde el aparcamiento del hotel se podía ver el puente de acceso a la misma.
Otro
“pequeño” desayuno en un día que amaneció gris y lluvioso, bueno, más que
lluvioso con niebla baja.
Enseguida
salimos y nos dispusimos a recorrer las carreteras de la isla después de pasar
el puente que en otro tiempo fue de peaje.
Como era de esperar, los pilotos se dedicaron a visitar alguno de los
pueblos de la isla. En la foto Portree con sus casas de llamativos colores en
la zona del puerto.
El tiempo comenzó a complicarse y apareció una fina lluvia que nos
acompañaría todo el día que hacía más impresionante aun el paisaje de estas
islas.
Estábamos
en nuestra primera carretera de un solo carril con “sitios de paso” y mientras
inmortalizábamos el momento, Santi se ponía el traje de agua.
Desgraciadamente, la niebla hizo acto de presencia privándonos
de muchos de los estupendos paisajes que nos guardaba esta isla, no obstante,
también pudimos disfrutar de sus puntos más turísticos.
Incluso los
pilotos se atrevieron con la fauna local aunque estas vacas melenudas tenían
bastante mala leche.
A pesar de
la constante lluvia y la niebla baja, los paisajes eran verdaderamente
espectaculares.
Estábamos
disfrutando, realmente estábamos disfrutando del viaje.
Un poco
contrariadas por el mal tiempo, salimos de la bonita isla de Skye para tomar
dirección norte hasta Ullapool.
Dejó de
llover, los pilotos hicieron un poco de turismo por el pueblo dedicado
básicamente a la pesca.
Como era de esperar, no desaprovecharon ningún momento para hacer tonterías y pasárselo bien. Aquí estaban jugueteando con una gaviota atrevida que estaba comiendo las capturas de los pescadores directamente de las cajas.
De nuevo en marcha y de nuevo en dirección norte adentrándonos cada vez más en la Escocia profunda, con preciosas vistas de la costa y los omnipresentes lagos.
Este tramo
se convirtió en uno de los más divertidos puesto que la casi totalidad de los
kilómetros los realizamos por carreteritas de un solo carril con tráfico casi
nulo e impresionantes paisajes.
Tampoco es
que se pudiera ir muy rápido, pero nos resultó curioso el tamaño de algunas
señales.
La teoría dice que el primer vehículo que llega a una zona de paso debe apartarse para dejar paso al vehículo que viene en frente. A nosotros nos llamó la atención que prácticamente todos los vehículos que nos encontramos nos cedieron el paso y nosotras solo tuvimos que para en un par de ocasiones.
Bueno, alguno de los vehículos que encontramos por esas tierras perdidas llevaba allí muchos años abandonados.
En esta zona, los pueblecitos están a muchos kilómetros unos de otros y la sensación de soledad es enorme. No obstante, llama la atención el hecho de que te puedas encontrar las típicas cabinas rojas de teléfono en los lugares más insospechados.
Llegamos a Durness de nuevo con la lluvia como nuestra compañera durante los kilómetros y kilómetros de carreteras solitarias e impresionantes paisajes.
Finalmente
llegamos a nuestro destino inicial del día, John o’Groats que está considerado popularmente
como el punto más al norte de la isla de Gran Bretaña (aunque realmente no lo
es). También es el inicio y/o final de una clásica ruta entre el norte y el sur
de la isla tal y como anuncian los múltiples carteles que hay por la zona.
Ya no
dejaría de llover y encontramos alojamiento en un pueblecito ya de la costa
este de la isla donde los pilotos se hicieron fotos de esas con las que después
tanto se ríen… angelitos.
Un nuevo
desayuno más acorde a las costumbres españolas da paso a un nuevo día que
amaneció soleado y despejado.
Nuestro
primer destino del día era el punto turístico por excelencia de Escocia, el
lago Ness. Los lugareños nos habían dicho que no era el más bonito pero
nosotras no podíamos volver de estas tierras sin dar una vuelta a este curioso
lago.
La verdad
es que se asemeja más a un gran río que a un lago ya que sus casi 40 kilómetros
de largo por unos dos o tres de ancho le dan este aspecto tan curioso.
Nosotras lo
recorrimos en sentido inverso a las agujas del reloj comenzando en Inverness
hasta Fort August para volver de nuevo a Invernes. De esa forma el lago siempre
estaba de nuestro lado de la carretera y podíamos parar y admirar el paisaje
con más facilidad (recuerda que circulamos por la izquierda).
El lago es
un destino turístico por excelencia pero los precios de las visitas no son nada
atractivos.
Así que las
visitas se limitaron a los sitios gratuitos y, como no, a su icono mundial:
Nessie.
Por primera
vez, el buen tiempo y el calor acompañaban así que no pudimos resistirnos a
refrescarnos en las aguas del lago.
Después de todo, ¿en cuántas ocasiones podré meter mis ruedas en el Lago Ness?. Además la visión a nivel del agua es muy bonita.
Por fin llegamos a Fort August y bordeamos el borde sur del lago parándonos a hacer una foto en la que se aprecia el parecido del Ness con un río.
El lado
este del lago es mucho menos turístico, menos masificado, menos conocido… y las
carreteras lo acusan. De nuevo carreteras de un solo sentido (Single track
road) con sitios de paso (passing places) para adelantamientos y cruces (to
permit overtaking).
A nosotras
nos encantan estas zonas menos turísticas y además nos permiten parar en sitios
más pintorescos sin problemas con el tráfico.
En
ocasiones la carretería se apartaba ligeramente del lago proporcionándonos
preciosas vistas libres de casi toda intervención humana: sin edificios, sin
señalización, sin guardarrailes, sin rayas pintadas,…
De nuevo en Inverness abandonamos la costa y nos adentramos hacia el interior buscando un parque natural llamado Cairngorms Mountais.
En esta zona no se complican mucho la vida con el trazado de las carreteras y si hace falta subir directamente la colina, se sube, faltaría más.
Creo que en
esta foto se aprecia bastante bien la pendiente que había por la zona de la
bajada.
La verdad es que las carreteras escocesas son delo más divertido que conozco, tanto que en ocasiones te informan de donde empieza la diversión…
Luego que comunican
por donde continúa…
Y vuelven a
avisarte cuando finaliza la diversión… para disgusto de nuestros pilotos.
Pero
sigamos con el viaje y las visitas ¿turísticas? Desde luego, los pilotos tienen
criterios de lo más variopinto a la hora de buscar sus destinos, en este caso
una de las múltiples destilerías de wisky de la zona.
Concretamente la de Chivas.
Y es que el wisky es otro de los iconos de Escocia. Esta bonita
camioneta llevaba un bidón del preciado licor en su caja como única mercancía:
un llamativo transporte para una preciada carga.
El viaje continuó por carreteras solitarias buscando ya la costa este
de Gran Bretaña…
Aunque de vez en cuando nos metíamos hacia el interior en busca de
sitios más turísticos aunque poco masificados, como el castillo de Crathes
Si bien era un castillo pequeñito y poco conocido, los jardines y
alrededores parecían sacados directamente del paraíso.
El viaje continuó siempre dirección sur y por el camino nos
encontramos con algunas curiosidades dignas de una foto.
En una parada para repostar nos acercamos a un pueblecito repleto de
típicas casas con sus chimeneas en los laterales para ayudar a pasar los crudos
inviernos.
Los pilotos aprovecharon para comer algo y sin tenerlo previsto nos
encontramos con el bonito puente de Carrbrige.
Por el camino también nos encontramos a dos compañeras paradas. Nos
acercamos por si necesitaban ayuda y resulta que eran españolas como nosotras.
El siguiente destino era uno de los principales castillos de Escocia,
el Glamis Castle.
Impresionante edificio lo mires por donde lo mires.
De nuevo una parada para que los pilotos se refrescasen y descansasen
un poco…
Hiciesen un poco el tonto imitando a las estatuas…
Y nosotras saliésemos espectaculares en el majestuoso acceso al
castillo.
Al día siguiente nos acercamos a conocer la ciudad de St. Andrews que
nos pillaba de paso.
Es una ciudad costera con mucho ambiente turístico…
Y que es mundialmente conocida por considerarse la cuna del golf,
hecho que se ve reflejado en todas sus calles por la multitud de tiendas,
campos, escuelas,…
Turísticamente hablando destacan las ruinas de su catedral…
Que están perfectamente conservadas, cuidadas y expuestas al público visitante.
Los pilotos se pasaron un buen rato turisteando.
Hasta que por fin llegó el momento de emprender la marcha bajo un
incipiente sol que nos acompañaría el resto de la jornada.
La etapa de hoy era muy corta para nosotras ya que nos acercábamos a
Edimburgo y los pilotos querían disfrutar de la ciudad.
Una paradita en la margen contraria de la ría para contemplar el
impresionante puente del ferrocarril al lado de la carretera y por la que
nosotras pasaríamos en breve.
La entrada a una gran ciudad siempre es algo estresante para mí, no me
gustan y menos cuando no las conozco en absoluto.
No obstante, Santi se orientaba bastante bien con un pequeño mapa
turístico de la ciudad que nos habían dado en el hotel.
Y así, entre semáforos, catedrales, cabinas telefónicas y siempre
circulando por la derecha, llegamos a un bed and breakfast donde nosotras nos
quedamos a descansar muy pronto, a media mañana.
Los pilotos se fueron a hacer turismo comenzando por la calle principal,
la Royal Mile, principal arteria de la ciudad donde había mucho ambiente.
Quedaron encantados con la ciudad, todo un ejemplo de conservación de
historia y arquitectura en una ciudad moderna.
Calles empedradas, edificios antiguos, castillo en lo alto de la
ciudad (cerrado por un concierto), …
Perfectamente integrados con los taxis típicos de las Islas…
Y los no menos típicos autobuses de dos pisos que utilizaron Dani y
Santi para moverse en las distancias más largas.
Como no podía ser de otra forma, cenaron pescado y patatas
(fish & chips), ¡faltaría mas!.
Al día
siguiente emprendíamos nuestro regreso a la Europa continental por una
carretera nacional que nos encantó por su trazado y paisaje. Por ella
abandonamos Escocia…
para entrar
de nuevo en Inglaterra en una curiosa “frontera” bastante típica a juzgar por
la cantidad de fotos que habíamos visto en crónicas anteriores.
Y no menos
curioso era este cartel que nos recordaba la obligación de circular por la
izquierda… a muchos kilómetros de cualquier entrada a la Isla.
Al poco
rato tomamos una autopista que nos llevó a rodear Londres por una
circunvalación con un tráfico caótico del que salimos momentáneamente para
repostar por última vez en libras.
Una última foto para recordar nuestras andanzas por estas tierras…
Donde nos llamó poderosamente la atención su asfalto, excepcionalmente rugoso y granulado.
Hay que reconocer que hacía mucho calor y los atascos de la circunvalación de Londres hicieron mella en Dani, que no dudó en recuperarse plácidamente en un rincón del área de servicio.
Pero enseguida volvimos a ponernos en marcha para completar los pocos kilómetros que nos separaban de Folkestone donde tomaríamos el Euro Túnel para volver a la Europa Continental.
Yo entré primero pagando el billete en un peaje similar al de
cualquier autopista para encontrarme en pocos segundos encontrarme dentro del
enorme complejo que tienen montado.
Enseguida entró mi amiga Africa Twin…
Y como quien no quiere la cosa, nos vimos casi de inmediato en una
cola de un aparcamiento similar al del ferri de Santander, pero hablando con
una señora en inglés que nos dio las instrucciones precisas.
Tuvimos mucha suerte y nuestro tren era el siguiente en salir, así que
apenas esperamos 10 minutos y nos mandaron acercarnos a los muelles de
embarque.
Así que recorrimos varios tramos buscando el muelle que nos tocaba
hasta bajar al mismo…
Donde los operarios del tren nos esperaban y nos indicaron el
procedimiento a seguir.
El tren en cuestión es funcional, rápido, cómodo y práctico, pero en
mi humilde opinión, es feo, feo, feo.
Entramos por una de las puertas de acceso laterales a la planta baja y
allí recorrimos un largo túnel que no era otra cosa que el interior de los
vagones sin separación entre ellos.
Las motos íbamos sobre nuestra pata lateral, con la primera velocidad
metida y sin ningún tipo de anclaje. Los pilotos de pie… y luego sentados como
podían. Cerraron las puertas entre los vagones y el tren arrancó. Tan solo 50
minutos de trayecto de los cuales la mayor parte es bajo el estrecho por lo que
no hay mucho paisaje.
Reconozco que el trayecto no se hizo nada largo y antes de que nos
diésemos cuenta ya estábamos bajando del tren en un andén de Calais, en
Francia, donde de nuevo tendríamos que acostumbrarnos a conducir por la
derecha.
Descansamos en un hotel a los pocos kilómetros y al día siguiente
emprendimos rumbo oeste a través de varios puentes en la zona de Normandía.
Alguno de los cuales resultaba realmente impresionante.
Y antes de que nos diésemos cuenta, nos encontrábamos viendo en el
horizonte el Mont Saint Michel, a donde nos dirigimos con tranquilidad.
Estamos ante uno de los monumentos más visitados de Francia y ya en la
distancia parece imponente…
Pero en las distancias cortas es realmente impresionante.
Desgraciadamente las colas para entrar eran enormes y no disponíamos
de mucho tiempo, así que nos limitamos a
sacar varias fotos por los alrededores…
Y nos deleitamos con el famoso
aparcamiento inundable durante la marea alta.
En esta zona se puede ver dónde llega el agua y no hace falta decir
que pasaría si cualquier vehículo quedase aquí mientras sus dueños visitan el
monumento.
Prometiéndonos volver con más calma, dimos por finalizado el viaje y
regresamos a Asturias sin mayores historias, tan solo una manifestación de
agricultores con sus tractores en la zona de Burdeos reivindicando sus derechos. Gran atasco pero lo tomamos con
calma, sus razones tendrían.
La isla de Man es el lugar de peregrinaje al que todo motero aspiramos a viajar, te felicito....V´s y L´s un cordial saludo
ResponderEliminarCierto, yo fuí fuera de época de carreras por la logística que supone esas fechas ya que está todo a tope y hay que reservar ferry y hotel con mucha antelación. De todas formas, es un lugar mñitico para los moteros.
EliminarGracias y un saludo. Nos vemos rodando por las carreteras y pistas.
Gran viaje Santi, este verano nosotros vamos para Escocia 20 días.
ResponderEliminarSeguiré algunas pautas de tu crónica.
Un saludo!!!
Me alegro de que la crónica te sirva de ayuda. Espero que disfrutéis tanto como lo hice yo en su momento. Mucha suerte con el viaje.
EliminarGracias por leer las crónicas y comentar.